jueves, 24 de octubre de 2013

Es mejor una debilidad lúcida, que una inocencia engañada

Siempre me ha parecido vital  la defensa a ultranza de los valores que hemos adquirido desde la niñez en el seno familiar como primera escuela, luego en la escuela y a lo largo de toda la vida que es la escuela por excelencia.
Unos aprendemos más lento, otros avanzan más y otros fueron siempre muy hábiles.
Creo que el problema al que quiero referirme es a esa síntesis entre razón, virtudes, valores, afectividad, resiliencia, que es no es más que la capacidad que tenemos de re-tomar caminos, luego de una crisis, desengaños, pérdidas, podas, entre otras.
La lectura humana siempre tiene que estar enfocada hacia el crecimiento, pero no basta, la cuestión es poder crecer, buscar las posibilidades que generen ese crecimiento.

Que le diría yo a un padre o una madre con un hijo en estos tiempos:

1) Afine junto a su hijo la capacidad de amar, que ame intensamente, que crea en el amor a pesar de tantas realidades y personas que nos recuerdan lo contrario, PERO, dígale que nunca se entregue completamente, siempre tiene que dejar un trecho para poder regresar. Se trata de reservar algo para sí mismos, sin el egoísmo desenfrenado, pero tampoco con una entrega que nos sitúe en la NADA.

Nota aclaratoria: Aunque sé que lo anterior funciona, todavía no he conseguido ponerlo en práctica, creo que soy demasiado romántico y este mundo de hoy al romanticismo hace un buen tiempo lo mandaron a tomar por c...

2) Exprésele siempre la importancia de concebir los errores como oportunidad y posibilidad real de convertirlos en fortalezas. No hay nada tan práctico como conocer el error, no lamentarse eternamente de lo ocurrido y encontrar la luz que se ve al final del túnel. 

3) Que de alguna manera su hijo viva en espera de lo mejor, pero que no renuncie nunca a que lo peor también puede hacerse presente... Alguien que conozco, ante la traición de una de sus mejores amigas me dijo con ecuanimidad, ante mi sorpresa: "Vivo en espera de todo, para que nada me sorprenda".

4)Enséñele que es lo bello... esto es fundamental en un mundo como el nuestro que ha antepuesto ante lo  que es verdaderamente bello "las cosas" o sea que para ver lo que es bello en realidad, tenemos que quitar aquellas cosas que han eclipsado nuestra mirada limpia. El mundo de hoy cosifica la existencia, poniendo como metas posibles de belleza: cuerpos esculturales de gimnasios, que en ocasiones son directamente proporcional a cerebros vacíos, ropas y zapatos de marcas, tarjetas de crédito, carros y otros accesorios que eternizarían esta lista...
Hay una relación directa entre lo bello y lo bueno. Lo bueno hay que aprenderlo a ver y sólo se ve con el auxilio de la luz. Entiéndase bueno, como aquello que nos hace mejores personas, nos lleva a la paz y nos permite compartir solidariamente.

5) Permítale que vea la importancia de tres tiempos fundamentales de la historia de los seres humanos: pasado, presente y futuro. El pasado como un tiempo que se fue, pero que no debe ser desechado, si no como enseñanza histórica para trabajar desde el presente y el presente como oportunidad para construir un futuro certero que cuenta a su vez con la historia del pasado y el compromiso asumido en el presente, por tanto, quiere decir: "Lo que quieras ser mañana, comienza a hacerse hoy" y yo añadiría y ayer ...

6) Y quizás lo más importante, saber quién es...  ¿Quién soy yo? Esto permite más adelante conocer que en ocasiones las debilidades lúcidas, valen más que las inocencias engañadas, como dice el destacado teólogo José Ignacio González Faus. Conocernos, tomar precauciones, "soltar las riendas" del alma cuando toque, saber recoger lo desplegado a tiempo, son acciones que se aprenden, con ejercicios de conocimiento personal y un crecimiento sano de la autoestima. 

Muy bien lo expresa González Faus, cuando nos recuerda:

Pero creo que lo definitivo, y lo único que puede seguir siendo eficaz a la larga, es la sinceridad brutal y la lucidez sobre uno mismo, mucho más que las mil ascéticas concretas que duran poco. La seguridad de que, a la larga, en la vida vale más una debilidad lúcida que una inocencia engañada, porque la debilidad lúcida nunca podrá sentirse cómoda, mientras que la inocencia engañada, si no deja de ser engañada, acabará por dejar de ser inocencia, aun sin saber cómo ni cuándo.

Y ahora pueden decirme con sinceridad brutal: ¿Qué piensan?

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